Enseñar a forjar principios y
valores en la sexualidad
Para hablar de sexualidad
responsable es imprescindible referirse en primer término a una Educación
Sexual adecuada y efectiva. Una buena definición de ella es decir que la
educación sexual consiste en la enseñanza tendiente a desarrollar la
comprensión de los aspectos físico, mental, emocional, social, económico y
sicológico de las relaciones humanas en la medida en que afecten a las
relaciones entre hombre y mujer.
En la actualidad, la poca y
deficiente educación sexual que reciben en general los niños se basa sólo en la
cuestión anatómica (diferencias entre el varón y la mujer) y se habla de las
relaciones sexuales sólo desde el punto de vista de la posibilidad de enfermar,
entregándose extensos temas sobre protección y anticoncepción.
No sirve brindar a los chicos
clases aisladas y esporádicas. Será necesario sostener la educación sexual como
una parte más del aprendizaje para la vida. Como todo conocimiento, los
conceptos se apoyan unos sobre otros, a lo largo de los encuentros.
Por lo general, tanto los
padres como los docentes y directivos de instituciones escolares, tienen muchos
y muy fuertes tabúes sobre el tema de la sexualidad. La mayoría de las veces surge
una negativa a permitir que los hijos reciban educación sexual de parte de
profesionales de la educación.
Desde la perspectiva
biológica, es claro que la sexualidad cumple una misión de supervivencia de la
especie humana pretendiendo una única misión: reproducirse a sí misma de manera
que nuevos individuos sustituyan a aquellos que mueran.
La finalidad reproductiva de
nuestra sexualidad determina de forma fundamental nuestra morfología. Nuestros
órganos reproductivos así como muchos de los aspectos con los que vivimos,
disfrutamos y sufrimos nuestra sexualidad están en íntima relación con ésta
función reproductiva.
La forma del pene y de la
vagina tienen definida su complementariedad por esta cuestión, la alta
concentración de terminales nerviosos en el glande o el clítoris o la
importante cantidad de transpiraciones que generan olores característicos son
algunos de los ejemplos de cómo la evolución de los seres humanos, como del
resto de los mamíferos, ha rodeado de múltiples atractivos una misión que, por
el bien de la especie, debía realizarse con eficacia.
Todo esto genera una realidad
que modela y en ocasiones atrapa nuestras conductas sexuales, pero no acaba
aquí el condicionamiento de nuestra sexualidad. Se ha dicho que la naturaleza
del ser humano es su sociabilidad, su cultura. Igual que determinados
depredadores precisan de la sabana para sobrevivir o algunos reptiles necesitan
que su medio posea un elevado grado de humedad, las personas garantizamos
nuestra supervivencia conviviendo con otras personas, viviendo en sociedad.
Podemos definir el término
cultura como el modo en que una sociedad o grupo de personas se organiza para
sobrevivir como tal. Hemos de destacar que la forma en que se realiza la
sexualidad de los miembros de cada sociedad tiene repercusiones fundamentales y
básicas en muchos aspectos de su organización cotidiana y su supervivencia.
La sexualidad es un elemento
clave para modelar muchos aspectos de la vida social. No sólo se trata del
número de hijos «adecuado», también resulta importante el modo en el que se
permiten las relaciones sexuales, la regulación de la natalidad, la
permisividad o rechazo del aborto o el trato y el rango que se otorgan a la
sexualidad de los seres que no tienen capacidad reproductiva (básicamente viejos
y niños).
La sexualidad de las personas
es organizada, educada y controlada de formas distintas en cada sociedad. No
sólo se dictan normas y leyes de manera explícita, sino que también,
soterradamente, los modelos sociales configuran los usos y consecuencias de
nuestra sexualidad.
La sexualidad involucra
aspectos biológicos, emocionales, sociales, culturales, valóricos, éticos y
filosóficos. Si bien las personas nacen con una determinada carga genética que
define su sexo biológico, el proceso a través del cual se llega a asumir la
propia sexualidad como una dimensión personal y relacional, se ve fuertemente
ligado a condiciones del medio ambiente y a las relaciones interpersonales, en
especial, las relaciones afectivas que se establecen a través del tiempo.
De esta forma, la sexualidad
es una dimensión constitutiva de las personas, que comienza y termina
conjuntamente con la vida. En este proceso la familia juega un rol protagónico,
constituyéndose los padres como los primeros y principales educadores sexuales
de sus hijos e hijas.
La formación en sexualidad es
un proceso de permanente aprendizaje para la vida, unido al crecimiento y
desarrollo del ser humano. Es mucho más que entregar conocimientos de la
biología y acerca de los elementos que intervienen en el proceso reproductivo
de la especie. Consiste en un aprendizaje para vivir en sociedad, para el
desarrollo socio-afectivo, social, cultural, valórico y espiritual de hombres y
mujeres.
Como la sexualidad es un tema
que a algunos avergüenza y sobre el cual los adultos no siempre tienen
suficiente información, obramos en forma inadecuada, no hablamos sobre el sexo
y la función que tiene en la vida de todo ser humano. Somos seres sexuales y
todo lo que hacemos esta teñido de este matiz, nacemos por reproducción sexual
y nos criamos gracias a ella también.
Sin embargo, podemos cambiar
las situaciones si aprendemos a hablar claro del tema. Esta claridad ayudaría a
que los niños crezcan sabiendo que la sexualidad es un complemento del amor no
un juego para pasar ratos de aburrimiento o para probar que se es grande o se
domina al otro. Hablando claro, a tiempo y enfrentando el tema con la
naturalidad que le corresponde, evitaremos que se enfrenten a la sexualidad
cuando ya la parte genital es ejercida y cuando el torrente de hormonas es más
fuerte que la razón.
Tomar la vocería del asunto,
ejerciendo nuestro papel de padres ayudaría a que los adolescentes no inicien
su vida sexual – genital llevados por el placer que esto les produce, con la
desinformación que sus otros iguales les trasmiten y pensando que no son
fértiles porque la función reproductiva de la sexualidad no se ha explicado;
con la fantasía de que no procrearán porque son niños pero recordemos que la
función fisiológica es adecuada y claro que si pueden engendrar un nuevo ser.
¿Qué hacer para que nuestros
hijos tengan una sexualidad adecuada?
- Hable abiertamente del tema desde edades tempranas, siempre pensando en la capacidad del niño de entender lo que se está diciendo.
- Hable en términos sencillos, claros y manejables para la edad en que se encuentra el niño.
- Recuerde que somos seres sexuales, "tenemos el chip" que nos permite entender este tema, incluso desde lo instintivo, por lo tanto, mejor aun desde la razón.
- No permita que otros niños informen a su hijo sobre sexualidad, tan pronto detecte que esto esta pasando ofrézcale una explicación coherente y correcta.
- Permítase sentir cuál es la expectativa de la edad y, porque no, pregúntele a ellos sobre sus inquietudes al respecto.
- Hable sobre cada una de las funciones de la sexualidad
- No haga diferencias entre niños y niñas, todos tenemos los mismos derechos y deberes frente a la sexualidad.
- Recuerde su propio proceso aislando las razones sociales y culturales que lo rodeaban a usted, los tiempos cambian pero la sexualidad en el desarrollo humano no.
No niegue que su hijo esta
creciendo y que un día será un adulto, esto por más doloroso que parezca es la
mejor actitud frente al crecimiento de ellos, con ello los valoramos en su
proceso y les damos un lugar en donde desarrollarse en confianza.
El término educación sexual se usa para describir
el conjunto de actividades relacionadas con la enseñanza, la difusión y la
divulgación acerca de la sexualidad humana en todas las edades del desarrollo, el aparato
reproductor femenino y masculino, la orientación sexual, las relaciones sexuales, la planificación
familiar y el uso de anticonceptivos, el sexo seguro, la reproducción -y, más específicamente, la reproducción humana-, los derechos
sexuales y reproductivos, los estudios de género y otros aspectos de la sexualidad humana, con el objetivo de alcanzar una satisfactoria salud sexual y reproductiva.
Etapas en el desarrollo social y
sexual
De 0 a 1 años
La sexualidad en un niño recién nacido está
íntimamente vinculada a la relación con sus padres, su vivencia a través de los
cuidados y las caricias de sus progenitores. A través de ellos se crean lazos
afectivos que serán necesarios para el desarrollo social y sexual de los niños.
De 1 a 3
años y medio
En la segunda etapa, el niño tiene un estrecho
vínculo con su familia, lo que hace que su pensamiento se vaya enriqueciendo.
En esta etapa se oponen a las reglas que imponen sus padres, como una forma de
afianzar su independencia. En esta etapa se experimentan más sensaciones de
placer al controlar los esfínteres y a evacuar, con lo que empiezan a conocer
su cuerpo, lo que necesitan y lo que les produce placer.
De 3 años
y medio a 6 años
La tercera etapa se caracteriza por la exploración
del mundo, tanto a nivel físico como social, con lo que refuerzan los vínculos
con su familia y amigos. Por ello, comienzan a descubrir su sexualidad, y surge
aquí el primer periodo de enamoramiento hacia el progenitor del sexo opuesto o
en algunos casos incluso hacia el del mismo sexo (complejo de Edipo y complejo de Electra). Por otro lado, aprenden a relacionarse con otros
y a ensayar sus roles sociales, así como a identificar su propio sexo.
De 6 a 9 años
En la etapa cuarta
comienza el crecimiento físico, que se equilibra con el desarrollo afectivo y
permite que surja el interés por conocer y saber sobre el mundo y sus
fenómenos. De la misma manera, es fundamental el reconocimiento de las personas
de su entorno hacia ellos, y cómo afecta esto a la concepción de su propia
imagen.
El interés sexual se
centra en el conocimiento del cuerpo y de los órganos sexuales. Los juegos
sexuales, mixtos o entre miembros del mismo sexo, forman parte de esta etapa y son un elemento
clave para la formación de la identidad sexual. Los valores de la sociedad y de
la familia sobre la sexualidad son determinantes en esta etapa.
Juventud - de 10 a 24
años
La juventud, según la OMS, se extiende desde los 10 a los 24 años
e incluye la pubertad, la adolescencia inicial o preadolescencia (de los 10 a los 14 años),
la adolescencia media o tardía (de los 15 a los 19) y la juventud plena (de los
20 a los 24 años).
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